Nuestra despedida
Y de repente se puso a recordar… todos aquellos momentos que ambos habían vivido en la ciudad,
que habían estrujado hasta el último día a sabiendas de que en algún momento se iban a acabar, no
iba a haber más, debían disfrutar de ellos, debían disfrutarse, cada día, cada momento, cada sonrisa
y cada pequeño detalle.
Y allí estaba ella esperando en la misma mesa de aquel gélido café inglés, en la misma silla donde
ella solía sentarse, con la misma postura que solía tomar en momentos difíciles, en momentos
incómodos.
Él mientras tanto, trataba de despedirse de algo que no quería dejar atrás,sobretodo de alguien que
no quería dejar atrás.
Ambos sabían desde un primer momento la fecha de caducidad de su historia, pero es que eran
tantos recuerdos… tantas historias, tantos besos, abrazos…pero sobretodo risas, una complicidad
difícil de alcanzar en tan poco tiempo.
Ambos aparecieron en la vida del otro en el momento adecuado.
Ambos aparecieron en la vida del otro para reírse de ella, para reírse de la vida.
Ella debía de tomar el avión en menos de una hora, tenia que marcharse. Y mientras él se acercaba
a pagar parecía escribir algo en una servilleta, un recuerdo
quizás, un sentimiento puede.
El tiempo se les echó encima y la despedida cada vez se hacia mas dura, las sonrisas de ambos
trataban de retener las lagrimas que el corazón forzaba a expulsar, y el ultimo abrazo, el mas duro,
el mas intenso y quizás el más real, dio paso un pasaporte, un avión y una puerta de embarque.
Una vez mas relajada en el avión algo se escapo de su chaqueta mientras trataba de colocarla, algo
que aún hoy en día, 30 años después guardaba en la mesita de noche con el fin de no olvidarle
nunca.
La servilleta de su último día, de su despedida, en ella con esa letra tan perfecta, él había escrito
todo en una sencilla frase: “Thank you for all the small things”