Crueldades
No soy de las que me gustan los pesos de conciencia, lo malos ratos o las situaciones embarazosas
que te dejan mayor resaca que un maratón de fiestas en las mejores discotecas de la ciudad.
Odio los momentos incómodos por personas que desearía no tener delante,no tener en mi vida, odio
tener que desear el mal a terceros por introducirse como bombas atómicas en mi vida.
Detesto el “diente por diente” a lo largo de la vida, y es que en el fondo os perdono a todos.
Gracias a ti tío, por enseñarme desde pequeña lo que es la ausencia de alguien que viene dado, por
mostrarme que la familia te toca y a los amigos los eliges, que al final los que están ahí no tienen
que ser necesariamente las personas que conocen tus primeros llantos al nacer.
A ti abuelo, por apoyar esta teoría una y otra vez. Me faltan palabras incluso para mostrar mis
sentimientos hacia ti, ya que los anulaste hace demasiado tiempo ya. De ti he aprendido que el dolor
que una sola persona puede llegar a causar dista mas allá de la que cualquier arma aún por inventar
pueda llegar a conseguir.
A vosotras, si estáis leyendo esto, cosa que dudo, os doy las gracias por demostrarme que nadie
puede llegar a ser tan fiel como uno mismo, que cualquier “hermana” te puede abandonar en los
peores momentos, que los intereses propios están por encima de los valores, que la prosperidad hace
amistades pero que la adversidad las prueba, y esta claro que no habéis estado a la altura, quizás
pido demasiado, o quizás exijo demasiado poco
Os debo dar las gracias por entrenarme, al fin y al cabo soy de las que se queda con lo bueno.
Que al fin y al cabo estas solo en un mundo tan grande.
Que lo único que tienes son compañeros de viaje que antes o después te van abandonando por el
“camino”, el mismo camino de Antonío Machado.